Elementos para un debate plural sobre el aborto
por Paula Castello
(Graffiti en Quito)
Este artículo intenta ser coherente con el nombre Conboca. Invita a recordar a nuestra boca, a nuestra voz. A que es importante compartirla en ese afán por construir colectivamente un espacio donde nutrir y expresar nuestras capacidades y deseos.
Así, retomo un tema discutido por décadas, sobre todo entre movimientos de mujeres e instancias de derechos humanos: el aborto. A pesar del tiempo, esta discusión no ha involucrado a la mayor parte de la población. Por esto, y tomando en cuenta el ‘informe desfavorable’ que emitiera la Comisión Especializada Permanente de lo Civil y Penal (CEPCP), el 30 de marzo de 2006, respondiendo al proyecto de reforma de ley sobre los delitos de explotación sexual de los menores (Oficio No. 193-CEPCP-P-06, Congreso Nacional), el objetivo del texto es colocar el problema del aborto clandestino e inseguro en la arena del debate plural y público, para tener la posibilidad de construir un criterio desde la información –siendo esto un derecho- y no en prejuicios morales, dogmas religiosos y fundamentalismos político-ideológicos. Esto no significa ir en contra de credos religiosos o posturas ético-morales, sino reconocer que los extremismos y la falta de diálogos no conducen a soluciones justas. Para ello, recojo elementos controversiales acerca del aborto y algunos datos que permiten visualizar la urgente y necesaria discusión profunda.
En noviembre del 2005, la Diputada Myriam Garcés presentó un proyecto de reforma de ley a los delitos de explotación sexual a menores, contemplando la despenalización del aborto en todos los casos de violación. El artículo 447 permite el aborto solo “para evitar un peligro para la vida o salud de la madre” y “si el embarazo proviene de una violación o estupro cometido en una mujer idiota o demente” (Código Penal). En abril de 2006 la diputada recibe el informe desfavorable. Durante 4 meses, poco o nada salió en los medios de comunicación y, prácticamente, ningún sector de la sociedad fue involucrado en la discusión para tomar una decisión sobre la propuesta.
Entre los argumentos de la Diputada Garcés y las respuestas de la CEPCP se encuentra una discusión protagonista en el debate sobre el aborto, al que todavía no se ha llegado a acuerdos, no solo en Ecuador sino en varios países de América Latina y el mundo.
La vida una de las controversias más grandes en el tema del aborto radica en el derecho humano a la vida. Quienes están en contra del aborto defienden la vida del feto y quienes están a favor, la de la mujer. Así, se vuelve difícil el encuentro entre perspectivas. La CEPCP apeló a la inviolabilidad de la vida, aún cuando no se ha nacido, considerando al aborto como homicidio, mas no se pronuncia acerca de los riesgos de vida que corren las mujeres por tener que someterse a abortos inseguros. El tema de la vida del feto ha generado reflexiones diversas y la única conclusión es la falta de acuerdos, aún dentro del catolicismo, al que apela la CEPCP para defender su argumento.
Durante los seis primeros siglos de cristiandad, el aborto no era considerado homicidio porque se pensaba que la infusión del alma, requisito para convertirse en ser humano, se daba después de la concepción: a los 40 días en varones y 80 en mujeres (Hurst, 1993 en Cárdenas, 2005). De hecho, no fue sino hasta 1869, con el Papa Pío IX, que el aborto fue considerado homicidio por la iglesia, apoyando la visión de que se es persona desde la concepción. Esto no se instituyó sino hasta 1917 con el Código de Derecho Canónico que excomulga a la madre y a quienes provocaron el aborto (Cárdenas, 2005).
Aunque la postura del Papa sigue siendo la misma, la Red Latinoamericana de Católicas por el Derecho a Decidir ha hecho grandes aportes al esclarecer que la Iglesia Católica no se limita al Papa y los obispos y que el Papa no es infalible en todo lo que diga sobre cuestiones morales. Solo es infalible cuando proclama ex cathédra una doctrina, la que deben aceptar todos los miembros de la iglesia, y el Papa nunca se ha pronunciado así sobre el aborto (Maguire, et.al., 1991). Por otro lado, el Concilio Vaticano II, uno de los documentos más importantes de la Iglesia Católica, explica que la conciencia es el núcleo principal del encuentro con Dios. Así, las acciones humanas deben ser conducidas según su conciencia, “inducido por convicción interna personal […] y no por la mera coacción externa” (Cárdenas, 2005).
La maternidad la antropología y otras disciplinas también han generado aportes importantes que ayudan a mirar y a comprender las relaciones de poder que están detrás de la prohibición del aborto, permitiéndonos trascender la noción moralista con la que se emprende comúnmente esta discusión. Han definido al género como la construcción del ser hombre y ser mujer de acuerdo con un momento histórico particular y un sistema cultural que nos ubica en relación a condiciones económicas, políticas, simbólicas (Strathern, 1979). Así, en la sociedad patriarcal que rige el mundo donde los hombres controlan la vida de las mujeres –en todas las esferas, y sobre todo en la sexual/erótica-, la mujer es en tanto que madre. “La sociedad y la cultura patriarcales engendran a la mujer a través del parto, por la mediación del otro, del hijo” (Lagarde, 2003: 386). Para este sistema cultural, el hecho de que las mujeres sean biológicamente capaces de generar vida vuelve “natural” que seamos madres. Desde esta perspectiva, una mujer que no desea ser madre, debe dar explicaciones al respecto, y ya no es reconocida como mujer.
Abortar cuestiona el pacto cultural de ser mujer y la institución social que es la familia. “Si en la sociedad patriarcal el único papel reconocido a la mujer es el de ser madre y esposa, la maternidad asume el significado de un destino ineludible para ella, y el aborto provocado, que es la negación de la maternidad, se transforma por lo tanto en el acto supremo de rebelión hacia este destino” (Faggetti, 1986:31). El aborto simboliza la recuperación y el ejercicio del poder –siempre negado- de las mujeres sobre sus cuerpos y su sexualidad. En este sentido, constituye la máxima de las transgresiones en un sistema cultural donde las mujeres están subordinadas a los hombres y, además, deben aceptar esta jerarquización. Esto explica la severidad del castigo.
La maternidad es una construcción cultural más que el resultado de una condición biológica. Reconocerlo es reconocer la condición humana de la mujer, su condición cultural. Esto implica atribuirnos el control sobre nuestras capacidades de generar vida junto con un Estado que se preocupe por garantizar el acceso a la información, educación y recursos para poder tomar la decisión más coherente de acuerdo con esa condición humana (Cfr.: Rosado, 2005).
“Anticonceptivos para no abortar, aborto seguro para no morir”
Mientras se discuten temas esencialistas sobre cuándo surge la vida: desde la concepción, desde el embrión, desde que el cuerpo está formado, desde la infusión del alma, etc., la vida de millones de mujeres -claramente vivas bajo cualquier punto de vista- corre peligro y se enfrenta a la muerte cuando deciden abortar y no encuentran las condiciones seguras para hacerlo. Este es un tema crucial para entender el problema del aborto.
Según la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren cerca de 100,000 mujeres en el mundo por abortos inseguros (OMS, 1997). Se estima que en América Latina, cerca de 4 millones de mujeres al año acuden al aborto clandestino y que el 12% de defunciones maternas se deben a abortos ilegales e inseguros, convirtiéndose en una de las principales causas de muerte materna en la región (PAHO, 2002). Ecuador no es una excepción. El CONAMU registra que el aborto es la segunda causa de mortalidad materna en el país (2005:46).
¿Se puede pensar, entonces, que al ser el aborto una práctica prohibida, no se practica? Las cifras muestran lo contrario. Tampoco puede suponerse que la legalidad del aborto inste a mujeres que no desean abortar -por su religión, su posición moral o sus deseos de tener un/a hijo/a- a que lo hagan. La penalización del aborto conduce a que miles de mujeres en Ecuador y el mundo, acudan a centros clandestinos e inseguros para abortar, o que lo provoquen ellas mismas introduciéndose agujetas o armadores que deriven en la pérdida del feto, exponiéndose a grandes riesgos, como su propia muerte.
Se evidencia que el aborto –clandestino e inseguro- es una realidad que atañe a millones de mujeres, así como a sus familias, ya que muchas de las que enfrentan el aborto, ya tienen hijos/as, están casadas o tienen pareja (PAHO, 2002). Vale reconocer la importancia del debate sobre el aborto en el marco de la salud pública y los derechos humanos de salud reproductiva –para mujeres y hombres. Así como de justicia social porque las mujeres más afectadas son las más pobres. Entonces, superar la limitada discusión sobre la vida o no del feto.
De acuerdo con el CEPAR, el 86.5% de mujeres entre 15 y 24 años no usaron métodos anticonceptivos en su primera relación sexual. Sólo el 6.7% usó condón, y el 38.6% no lo usó, principalmente, porque no conocía sobre anticonceptivos (2004: 329, 331). Es contradictorio esperar que las mujeres no queden embarazadas cuando no lo desean si es que no tienen la información adecuada para prevenirlo y protegerse. De hecho, el 54.1% (2004:334) de mujeres no casadas pensaron que no quedarían embarazadas en su primera relación sexual. Se equivocaron, porque no sabían. La falta de acceso a información sobre salud reproductiva, a las formas de prevención tanto de embarazos como de enfermedades de transmisión sexual, la deficiente educación y las limitaciones en el acceso a métodos preventivos (por su silenciosa distribución y costos) son un factor fundamental en la discusión sobre el aborto.
¿Por qué imponer ser madre a una joven que no sabía que podía quedar embarazada, que no lo deseaba y que, además, no tiene las condiciones para criar una persona? ¿Por qué obligar a una mujer que ya tiene hijos/as a tener uno/a más, cuando su situación económica se lo impide? ¿Por qué exigir a una mujer violada (que puede ser niña aún) hacerse cargo –sola- de una vida humana fruto del maltrato y no del consentimiento? Según el CONAMU el 26.4% de las denuncias presentadas en la comisaría de la mujer entre enero y junio de 2004, correspondían a mujeres violadas (2005:126), sin embargo, muchas mujeres no denuncian la violación y la principal razón es la vergüenza (40.8%,) (2004:377), lo que habla de un subregistro importante.
Abortar no es un deseo, es una necesidad. Por ello existe el derecho humano de madre y padre a decidir el número y espaciamiento de hijos/as que desean tener, a ser garantizado por el Estado, reconocido ya en 1968 por la Primera Conferencia Mundial por los Derechos Humanos. Fue ratificado en 1974 por la Conferencia de Población de Bucarest. Este derecho es violado por la penalización del aborto y la limitada educación sexual, así como por el restringido acceso a métodos anticonceptivos. Más aún, el acordado durante la Conferencia del Año Internacional de la Mujer, celebrada por la ONU en México 1995 donde, además, se reconoció la integridad física y autonomía sobre el cuerpo de la mujer, incluyendo la maternidad opcional (Freedman e Isaacs, 1993). También son violados los compromisos internacionales acordados en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo del Cairo en 1994 y en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, 1995, donde se reconoció la necesidad de tratar el tema de la salud reproductiva incluyendo el aborto inseguro (Rodríguez, 2005). Estos son sólo algunas de las resoluciones sobre derechos de la mujer y reproductivos a las que Ecuador y la mayoría de países se han adscrito.
Nombre:
Ricardo Diaz
Asignatura:
Circuitos de Alta Frecuencia
Fuentes:
Blog:
Parcial:
Segundo Parcial 2010-3
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